EDITORIAL #46

Por: Luis Álvaro Mejía

Según J. J. Rouseau, “el verdadero fin de la política es hacer cómoda la existencia y felices a los pueblos”. El intelectual francés respondió –y responde– a la concepción de una democracia, de un Estado social de derecho que vela por los intereses sociales, económicos y culturales y que se funda en el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran, así como en la prevalencia del interés general, principios fundamentales de, entre otros textos, el de la Constitución colombiana de 1991. En este contexto, el de la dignidad, actitud que no tolera el desprecio, las ofensas y las humillaciones, es un principio fundamental la defensa del otro, del diferente, contra quien se comete todo tipo de atropellos.

Con la llegada de Donald Trump al poder, al comando de la primera potencia del mundo, y por segunda ocasión, con la bandera de la xenofobia contra los migrantes latinos, se crea el escenario predilecto de esta política, pues han sido el plato favorito de sus primeras decisiones: sacar esposados, como delincuentes, a miles de migrantes latinos, personas vulnerables y sin voz, atropellando los derechos fundamentales. Esta actitud encontró en el presidente colombiano, en Gustavo Petro, la principal respuesta subcontinental, al no permitir que aterrizaran dos vuelos estadounidenses que transportaban a migrantes esposados. La postura del presidente Petro no gustó a la derecha colombiana, por costumbre arrodillada a las visiones del imperio.

Frente a la actitud del presidente colombiano, vinieron luego las amenazas: la imposición de aranceles del 25 % y que el gobierno norteamericano impondría una prohibición de viaje a los funcionarios del gobierno colombiano. Ante esta situación, Colombia aceptó las condiciones de Trump. Las amenazas de imponer sanciones y arancelas puede ser un arma de doble filo en un sistema económico mundial interconectado. “En contexto, presenciamos inusitadas tensiones geopolíticas que perfilan el fin de la hegemonía euroestadounidense en el orden mundial y el germen de un nuevo orden multicéntrico, cuya arquitectura está en cocción”, escribe para este número de la revista el analista sistémico y político Rafael Téllez, en un artículo que se afianza en las preguntas del tiempo presente.

Los BRICS, una asociación fundada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, conforman una oportunidad para el desarrollo de las economías emergentes y el contraste con la hegemonía en el orden mundial. Es una oportunidad para América Latina. En el 2015 crearon el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), una institución alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial. Colombia ya expresó su interés en formar parte de los BRICS, con el apoyo de Brasil. Una estrategia geopolítica que le generará nuevas oportunidades de financiamiento y desarrollo, además de una excelente coyuntura para abrir nuevos horizontes en el comercio global.

A pesar de las dificultades geopolíticas y geoestratégicas, el gobierno, en el 2024, alcanzó importantes victorias, que permiten proseguir en la construcción de un país justo y en paz. Se redujo el desempleo a un dígito, alcanzando el 9 %. La inflación pasó de un 13.34 %, arrastrada desde el gobierno de Iván Duque, a un 5.2 % actual. El manejo responsable de las finanzas permitió la reducción de la deuda externa al 47.5 % del producto interior bruto (PIB), fortaleciendo la estabilidad económica y generando confianza a nivel internacional. Colombia se posiciona en el sexto país con mejor desempeño económico, entre los 36 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El PIB registró una expansión del 2.4 %, impulsando sectores estratégicos, como el turismo, la agricultura y la vivienda. Se avanza en el desarrollo la estructura vial, portuaria y férrea, y se destinan 2.3 billones de pesos a las vías secundarias y terciarias de la malla nacional.

Así mismo, se registran, en el 2024, logros como la reducción de la pobreza, de la inseguridad alimentaria y la reducción del desempleo. Más de 1.6 millones de personas salieron de la pobreza y 1.3 millones de la pobreza extrema; 2.5 millones superaron la inseguridad alimentaria, marcando un hito en la lucha contra el hambre.

Los retos que enfrenta el gobierno para este año, tienen que ver con el manejo de la economía y la administración de la seguridad nacional, para poder acceder a recursos que permitan consolidar el proyecto de cambio social y la agenda de la paz total. Un camino difícil, aunque, en todo caso, fundamental. Es un punto central para desarrollar una genda capaz de erradicar la violencia y la muerte de territorios como el Catatumbo, que hoy concentra, como nunca antes, los efectos de una guerra que encuentra su fundamento en el narcotráfico y la ausencia de cualquier atisbo político.

La siembra de la semilla de la esperanza es un empeño sostenido por el gobierno actual en todos los territorios. Esa Colombia diversa, tradicionalmente soñada y lejana, vive en carne propia las soluciones y apoyos que le permiten recuperar las posibilidades de un mejor vivir y una alternativa real para el desarrollo económico y social de sus comunidades, consolidando el sentido y el significado del cambio para la recuperación de la vida y la dignidad humanas. O, de la palabra a la acción, depositar en estos territorios la atención suficiente para procrear en ellos, así sea en el silencio, la consumación del sentido más profundo de la humanidad colombiana del tiempo presente: el sentido de la responsabilidad social con el territorio.